La Academia de Cine francesa premió este año la trayectoria de la actriz estadounidense Scarlett Johansson con un César de Honor que le fue entregado por su compatriota, el director Quentin Tarantino.
Johansson (1984), con un recatado traje de chaqueta y el pelo recogido en una coleta, dijo recibir esa distinción como "un gran honor", de parte de una industria de la que alabó que cobije "proyectos muy complejos o controvertidos" que no encuentran hueco en otros países.
"Sabe reconocer a los que asumen riesgos creativos, y esa es una cualidad que no hay que perder. Gracias por haberme dado ese refugio cultural", indicó la intérprete, que aseguró haber tenido siempre la sensación de que en Francia se la acogía como en su propia casa.
"Es una locura que lleve ya 20 años y sin embargo tengo la sensación de que es ahora cuando empiezo a entender mi trabajo. Lo amo más que nunca. Me siento hoy humilde delante de tantas grandes personalidades. Hace falta que demuestre que lo merezco", indicó ante un público que se puso en pie cuando salió al escenario.
La actriz, que aprovechó para destacar que anda en busca de un nuevo rol, no olvidó sus orígenes, familiares y cinematográficos, y se acordó no solo de Hollywood, "que me quiere y apoya", sino también de algunos de sus grandes representantes, como Tarantino, "que hace que el resto mire su propio trabajo y quiera ser mejor".
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