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Secreto de Confesion la nueva apuesta del Cine Venezolano, lee detalles



Puras joyitas (2007) fue la tarjeta de presentación de Henry Rivero, quien no pudo recoger los laureles completos pues su producción fue junto a César Oropeza. Tras algunos trabajos en Colombia, como el filme En coma y la teleserie Los caballeros las prefieren brutas, el venezolano regresa con Secreto de confesión, un thriller policial en el que confluyen tres historias: la de un senador corrompido, cuya visión de Dios entra en disonancia con los crímenes que ha cometido; la de un policía que en medio de sus problemas psíquicos busca venganza por la muerte de su padre; y la de una periodista que necesita esclarecer el asesinato de su progenitor.

Rivero muestra maestría en la dirección. Audiovisualmente, la película es impecable, su dirección de arte, su cinematografía, cada encuadre, la cámara contribuyendo al discurso... Caracas se ve bellísima; nada que envidiarle a cualquier otra capital del mundo. 

La pieza tiene elementos del cine negro, con dosis de acción, erotismo, suspenso y reflexión filosófica ¿Qué es la justicia? ¿En manos de quién está? ¿Y dónde está Dios? ¿Qué es la venganza? ¿Existe el destino..?. 

Luigi Sciamanna vuelve a demostrar por qué es uno de los más solventes actores de Venezuela. Regala un senador Ruiz sumergido en crueldad, culpa, miedo, caos... El actor ofrece verdad en pantalla, una excelente administración de cada gesto y palabra, que amenaza con robarse el show. "Tú sabes que yo era mejor que esto", le dice a su esposa. "Yo soy cruel porque Dios me hizo a su imagen y semejanza".

El colombiano Juan Pablo Raba también logra un buen trabajo con ese policía azotado por la soledad, sus problemas psíquicos, el abandono de su mujer y principalmente, con los deseos de venganza.

No obstante, el resultado no defraudará al espectador. De lo mejor del cine venezolano en 2013

Eglantina Zingg se ve muy bien en cámara.

Formalmente, hay un problema con la sinopsis (sicario confiesa a un sacerdote que este será su próxima víctima). Esta pasa a un segundo plano, por debajo de las tres historias principales. No hay desarrollo de la historia del sacerdote (el cubano Jorge Cao) ni su dilema , más allá de frases interesantes: "El dolor sin Dios puede arrastrarnos a la violencia"; y el sicario (el colombiano Marlon Moreno) termina siendo un elemento ético que dispara algunas de las reflexiones importantes de la película: "¿Acaso descendemos todos de Caín?".

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