Titulares

El regreso de un elfo obstinado


El actor se encuentra en los míticos estudios Milk, hormiguero de artistas en el Meatpacking neoyorquino | EFE

¿Dónde se mete uno de los actores más atractivos del mundo cuando quiere desaparecer? En el único sitio donde nadie buscaría: en casa. Y si ese hombre es Orlando Bloom, un inglés de 36 años de edad con afición por el Manchester United, los perros, el té y el surf, la cosa adquiere dimensiones de culebrón. Exvegetariano, exfumador, separado (su matrimonio con la modelo Miranda Kerr duró tres años y terminó hace un mes) y padre de un niño, la suerte del actor ha tenido altibajos, pero no puede negarse su habilidad para obtener papeles de altura, sobre todo si se mira la taquilla: las trilogías de Los piratas del Caribe y El señor de los anillos le han dado fama y fortuna. Pero en los últimos años el mundo parecía haberse olvidado de Bloom, que por su parte decidió dedicarse a lo suyo y a aparecer en algún anuncio. Fin del misterio.

“Durante un par de años mi prioridad ha sido mi familia. Más que cualquier otra cosa. No quería perderme la infancia de mi hijo Flynn. Uno siempre puede retomar el cine, pero con un niño no hay tregua que valga”, dice el británico, sin parecer demasiado preocupado por recuperar el tiempo perdido en un universo (el cinematográfico) con muy mala memoria.

El actor se encuentra en los míticos estudios Milk, hormiguero de artistas en el Meatpacking neoyorquino, decorado con fotos de Hunter Barnes, famoso por retratar la América más profunda. El contraste con la presentación de El hobbit: la desolación de Smaug es más que evidente: elfos y enanos contra predicadores y ángeles del infierno. Bloom viste chaqueta de piel, jeans y botas negras, y se acompaña de su perro, Sidi, un saluki de 10 años de edad que rescató de una perrera.


Mientras el animal olisquea al periodista, el intérprete se sienta en un sillón y se toca el pelo. Intenta explicar cómo se ha fraguado su regreso al cine y también al mundo creado por J. R. R. Tolkien una década después de que el realizador Peter Jackson lo enrolara en su cruzada para llevar la obra al celuloide: “Tengo un recuerdo maravilloso de la trilogía y de mis tiempos en Nueva Zelanda, así que cuando Peter me llamó, no lo pensé demasiado. Bueno, le pregunté si realmente había algún significado, si tenía sentido que Legolas reapareciera en escena o si era un simple truco. Creo que el espectador podrá saber más de él, de la relación que tiene con su padre, Thranduil, y de por qué es un elfo distinto, más militante si quieren llamarlo así. No olvidemos que Legolas no aparece en el libro de El hobbit y lo último que quería es que los fans pensaran que era un error que mi personaje estuviera en la película”.

Bloom empezó a ejercer su profesión a finales de los años noventa en la escuela de arte dramático de Hampstead, en Londres, como tantos otros actores made in England. En 1997 debutó con un pequeño papel en la película Wilde y sin tiempo para parpadear apareció Peter Jackson. Era el año 1999 y el actor lo recuerda bien: “Peter fue mi ángel de la guarda y en cierto sentido todo lo que he conseguido en mi profesión se lo debo a él. Es un hombre al que siempre pido consejo y nunca me ha fallado”.

La primera entrega de El hobbit superó la cantidad de 800 millones de euros en taquilla y de la segunda se espera aún una cifra mejor… Pero la verdad es que –Legolas aparte– de lo que todos hablan en Nueva York es del debut de Bloom en las tablas de Broadway, como protagonista de una adaptación de Romeo y Julieta. “Mi madre me ha dicho que cómo se me ocurre empezar a hacer teatro con una obra así, la pobre está preocupada, pero ya le he dicho que no sufra. La verdad es que es un monstruo, una obra inagotable, pero me apetecía buscar un reto nuevo. He estado algún tiempo sin forzar la máquina y quería ver si era capaz de lograr algo que me hiciera sentir fuerte en un sentido profesional. Decía Papa Wallemda [un famoso funambulista] que la vida está en la cuerda floja, que lo demás es solo esperar, y yo creo que está en lo cierto”, cuenta el británico. A juzgar por la reacción de la crítica neoyorquina al galán, considerado uno de los hombres más guapos del planeta por la prensa del género femenino, le ha salido bien la apuesta. “Un debut de primera categoría”, escribió The New York Times.

La obra ha tenido, además, un componente inesperado: el presunto romance con su protagonista, la actriz Condola Rashad, lo que sumado al divorcio de Bloom ha supuesto que algunos hayan dado por hecho que su Julieta es algo más que compañera de escenario. Para acabar de afilar el asunto, el actor dijo: “Hay veces en las que no puedo dejar de besar a Condola… Sobre el escenario”.

Sea como fuere, Bloom, budista desde hace un par de lustros, se toma su regreso con mucha calma. “Voy a ir paso a paso, ahora tengo dos Hobbits (la tercera película de la trilogía se estrena a finales de 2014) a mis espaldas y la obra de teatro para el día a día. Estoy en Nueva York, una de las mejores ciudades del mundo, y he podido volver a ponerme los ojos azules de Legolas. ¿Creen que tengo derecho a quejarme?”.

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